Alguna vez pensaste cómo vas a pasar tus últimos días de vida?

21.07.2025

No es la edad. Es la fuerza que no entrenaste.

Pensás que llegamos a viejos por los años. Pero no. Lo que realmente empuja a muchas personas a un geriátrico no es la edad, ni una enfermedad terminal, ni la soledad. Es algo más simple y más evitable: la pérdida de fuerza.

Cuando dejás de moverte con intención, cuando tu cuerpo ya no tiene masa muscular suficiente para sostenerte, levantarte del piso, caminar con seguridad o ir al baño sola, ahí empieza la verdadera pérdida de independencia. Y lo más duro es que no pasa de golpe. Se va acumulando.

La mayoría empieza a perder masa muscular después de los 30. Si no hacés nada al respecto, vas a perder entre un 3% y un 8% por década. Después de los 60, la caída se acelera. Y no hablamos solo de estética: hablamos de funcionalidad, de salud, de calidad de vida.

¿Qué pasa cuando perdés masa muscular?

No es solo que tenés menos fuerza para levantar bolsas del súper.
Es que tu metabolismo se enlentece.
Tu capacidad de equilibrio se reduce.
Tu gasto calórico baja.
Dormís peor. Tenés más riesgo de caídas.
Y te empezás a mover cada vez menos… lo cual hace que pierdas aún más músculo.

Entrás en un círculo que, si no lo frenás, te deja sin autonomía.
Y no hay crema, suplemento ni caminata diaria que te saque de ahí.
Lo único que puede detener eso es el entrenamiento de fuerza.

¿Por qué no alcanza con caminar, nadar o hacer yoga?

Porque ninguna de esas actividades genera suficiente estímulo mecánico para mantener —y mucho menos aumentar— la masa muscular con los años.
Caminar es genial para tu salud cardiovascular, para tu cabeza, para tu digestión. Pero no es entrenamiento de fuerza.
Lo mismo con el yoga, el pilates o la bici: pueden ayudarte a mantener movilidad o cierto tono, pero si no estás generando una sobrecarga progresiva, no estás activando los mecanismos necesarios para preservar masa muscular real.

Y no importa si tenés 40, 60 o 75 años. El principio es el mismo: si no usás el músculo, lo perdés. Y cuando lo perdés, perdés libertad.

Entrenar fuerza es prevenir. No es vanidad.

Te hicieron creer que entrenar fuerza era algo de hombres, de gente joven, de fisicoculturistas.
Pero entrenar fuerza es una herramienta de salud.
Es una inversión a largo plazo.
Es lo que define si a los 70 vas a estar jugando con tus nietos… o viendo cómo juegan mientras vos mirás desde una silla.
Si vas a poder seguir viviendo sola… o si vas a necesitar que alguien te levante cada mañana.

No se trata de "verte bien".
Se trata de vivir bien.

¿Qué podés hacer desde hoy?

No necesitás hacer crossfit ni volverte atleta.
Pero sí necesitás incorporar, al menos dos veces por semana, un entrenamiento de fuerza bien planteado.
Usá tu propio peso corporal si recién empezás.
Sumá peso externo a medida que te fortalecés.
No te quedes cómoda. Desafiá a tu cuerpo.
Eso es lo que le da motivos para adaptarse, mejorar, sostenerse en el tiempo.

Incorporá sentadillas, empujes, tracciones, bisagras de cadera.
No hace falta complicarlo: hace falta hacerlo bien, con progresión, y con consistencia.

No llegues a vieja por inercia. Llegá con intención.

El cuerpo cambia, sí. Envejecemos, claro. Pero cómo llegás a esa etapa depende mucho más de vos de lo que te contaron.

Entrenar fuerza no es opcional.
Es lo que separa a quien sigue eligiendo cómo vivir… de quien se adapta a lo que el cuerpo ya no puede hacer.

Elegí hoy en qué lado querés estar dentro de 20 años.
No lo dejes para después.
No te rindas. Vos podés.