
El Jinete y el Elefante
El sistema límbico en nuestro cerebro, es el encargado de las emociones, constantemente nos obliga a perseguir lo que nos gusta y evitar lo que no. Busca el placer y huye de la incomodidad. Por eso nos lleva a tomar decisiones buscando una recompensa a corto plazo, una satisfacción inmediata.
Por el otro lado, está la corteza pre frontal, quien nos da una capacidad de razonamiento, de analizar las recompensas a largo plazo, a tener en cuenta consecuencias de nuestros actos, incluso consecuencias de segundo y tercer orden. Esto es una de las cosas que nos separa de los animales, al tomar decisiones más racionales.
Las emociones entonces, son el elefante, es grande, es fuerte y la verdad es que no tiene sentido suprimirlas, hay que aprender a "domarlas" porque quien puede frenar un elefante, no?
El raciocinio, entonces, es el jinete, mucho más pequeño, más débil en comparación, pero con la habilidad de poder domar al elefante si encuentra la forma.
El jinete y el elefante, suelen estar de acuerdo, pero hay veces que no, y nuestro comportamiento va a depender de quien guie el camino en ese momento.
Debemos aprender a no ser "engañados" por nuestras emociones, esto quiere decir que debemos entender que entre el estimulo externo, y la emoción que sentimos, hay un "filtro" que interpreta y condiciona esa emoción. Reconocer esto nos puede ayudar a mitigar el impacto negativo de los estímulos externos.
"No son las cosas que nos pasan lo que nos daña, sino nuestra opinión sobre ellas" Epicteto.
Entre la emoción que sentimos y la respuesta, hay un espacio de tiempo, el análisis. Si aprendemos a detectar este espacio, podemos tomar decisiones más razonadas y menos emocionales, es decir, le damos más poder al jinete, para usar al elefante en su beneficio.