Por qué la balanza no es la única forma de medir tu progreso?
Por qué la balanza no es la única forma de medir tu progreso?
Seguramente te pasó: venís entrenando, comiendo mejor, cumpliendo con tus rutinas… y cuando te subís a la balanza, el número no se movió. O peor, subió. Ahí es cuando te agarran las dudas y la frustración: "¿Para qué estoy haciendo todo esto?".
Quedate tranquila. La balanza no cuenta toda la historia. Tu cuerpo está cambiando aunque ese número no lo muestre todavía.
Cuando empezás a entrenar y a cambiar tus hábitos, los primeros resultados no siempre aparecen en kilos menos. Podés estar perdiendo grasa y ganando músculo al mismo tiempo. Podés estar reteniendo un poco de líquido por la inflamación normal de los entrenamientos. Incluso podés estar corrigiendo tu postura, activando músculos que hace años estaban "dormidos", y todo eso no se ve reflejado en el peso de inmediato.
El cuerpo no es una calculadora. Es un sistema complejo que necesita tiempo para mostrar por fuera todo lo que está pasando por dentro. El verdadero progreso se siente antes de verse.
El entrenamiento de fuerza: tu plan de jubilación para el cuerpo
Si hay algo que siempre repito es que el entrenamiento de fuerza es la mejor inversión que podés hacer por tu salud. No solo cambia cómo te ves, sino cómo vivís. Cada vez que cargás una barra, empujás una mancuerna o hacés una sentadilla profunda, no solo estás marcando músculos:
-
Estás fortaleciendo tus huesos y articulaciones.
-
Estás entrenando a tu sistema nervioso para que tu cuerpo responda mejor.
-
Estás mejorando tu metabolismo, tu postura y tu energía diaria.
Pensalo así: entrenar fuerza es como hacer depósitos en un plan de jubilación físico. Hoy parece que no pasa nada espectacular. No bajaste 5 kilos en una semana, no cambió tu ropa de un día para otro. Pero en unos años, esos "depósitos" van a darte algo que no tiene precio: autonomía.
Seguir subiendo escaleras sin dolor, cargar bolsas sin miedo, jugar con tus hijos o nietos sin quedarte sin aire. Y mientras vos disfrutás de esa libertad, muchas personas de tu edad ya empiezan a sufrir dolores de rodilla, problemas de espalda o lesiones por debilidad muscular que vos evitaste por haber entrenado.
No es solo estética, es calidad de vida
El gran problema es que la mayoría mide el progreso solo en la balanza o en el espejo. Pero los cambios más valiosos son invisibles al principio:
-
Dormís mejor y te levantás con más energía.
-
Tu humor y tu claridad mental mejoran.
-
Tenés menos dolores y te movés con más seguridad.
-
Tu metabolismo funciona de manera más eficiente.
Una de mis alumnas, a la que en este ejemplo le vamos a decir Carla, llegó con la típica frase: "Quiero tonificar". Al principio, el peso no bajó ni un gramo. Pero a las semanas me dijo: "Me siento distinta. Más liviana, más fuerte, con ganas de moverme".
A los meses, cargaba más peso que nunca, su postura cambió y su energía también. Los cambios estéticos llegaron después, pero lo más importante fue que volvió a sentirse dueña de su cuerpo.
Eso es el entrenamiento de fuerza: no solo te transforma por fuera, te devuelve el control por dentro.
En resumen
No te desesperes si la balanza no muestra lo que esperabas. El progreso real no siempre es visible en kilos. El cuerpo está respondiendo a cada entrenamiento, a cada comida más consciente, a cada hora de sueño que respetás.
La clave es seguir entrenando, ser paciente y no obsesionarte con el número. Medí tu progreso en fuerza, en energía, en cómo te movés y cómo te sentís. Ese es el verdadero cambio: el que te da salud, autonomía y calidad de vida a largo plazo.