“Viste? Igual se murió.”
"¿Viste? Igual se murió."
Hace poco murió una boxeadora joven.
Entrenaba, comía bien, se cuidaba.
Y los comentarios no tardaron en aparecer:
"¿Viste? Entrenaba, comía sano… y se murió igual."
Como si eso invalidara todo.
Como si fuera una excusa perfecta para no hacer nada.
Como si cuidarse fuera una especie de garantía mágica de inmortalidad.
Pero vamos a ponerlo claro desde el arranque:
entrenar no te hace inmortal.
Nunca se trató de eso.
Entrenar, comer bien, dormir mejor, moverse todos los días…
no son seguros de vida.
Son decisiones que tomás para vivir mejor mientras estés acá.
Porque vivir no es solo respirar.
Es tener energía. Es sentirte fuerte.
Es no tener miedo cada vez que te duele algo.
Es poder jugar con tus hijos, levantar tus bolsas, subir una escalera sin que se te dispare el corazón.
Es llegar a los 60, 70, 80 sin depender de nadie para ir al baño o levantarte de una silla.
Y eso sí se entrena.
No entrenás para evitar la muerte.
Entrenás para que, si te toca, te agarre viviendo bien.
Y si no te toca… mejor.
Vas a llegar a viejo con músculo, con cabeza, con decisión.
Porque si no hacés nada, lo que sí es seguro…
es que vas a llegar peor.
Y eso no es una opinión. Es un hecho.
El deterioro no es opcional.
Lo único que podés elegir es cómo lo vas a enfrentar.
Y créeme: el músculo es un escudo.
La fuerza es protección.
El movimiento es autonomía.
Y la intención con la que vivís cada día… también se entrena.
Entonces no uses la excepción para justificar tus excusas.
No digas "igual se murió".
Porque el punto no es si alguien sano puede morir joven.
El punto es cómo querés vivir vos.
¿Querés pasarte años sobreviviendo con dolores, medicamentos, cansancio crónico y miedo a moverte?
¿O querés vivir con fuerza, claridad y libertad?
No entrenamos para evitar la muerte.
Entrenamos para construir una vida que valga la pena vivir.
Y si nos toca irnos, que nos agarre así: vivos de verdad.
No te rindas. Vos podés.